En marzo de 2010 un equipo de científicos del Instituto Max
Planck de Antropología Evolutiva secuenció ADN mitocondrial extraído de un
fragmento de hueso proveniente de una falange encontrada en las cuevas de
Denisova, Siberia. Con este descubrimiento la Paleontología daba un salto sin
precedentes, pues era la primera vez que se descubría una nueva especie del
género Homo con tan pocos restos
fósiles: utilizando la información genética de la falange se ratificó que se trataba
de una especie diferente a las conocidas hasta entonces, compartiendo con los
neandertales un ancestro común de hace unos 650 000 años y con los humanos
modernos otro de hace 800 000 años.
Desde 2010 hasta el día de hoy, la Paleogenómica ha aportado
una cantidad increíble de resultados que suelen destacar los medios
de comunicación, pues proporciona un tipo de información prácticamente imposible
de acceder desde los campos de estudio más tradicionales. Ejemplo de esto puede
ser la identificación de genes neandertales implicados en el sistema sanguíneo
(ABO), en el lenguaje (FOXP2) o en la detección del gusto amargo (TAS2R38). Inclusive,
estudios sobre la distribución
diferencial de haplotipos por sexos de los neandertales del Sidrón han
demostrado que los individuos masculinos adultos presentan todos un mismo
haplotipo, mientras que las mujeres presentan tres haplotipos diferentes. Este
descubrimiento se ha interpretado como un modelo reproductivo patriarcal local,
donde los hombres permanecen en el territorio parental, mientras que serían las
mujeres las que cambiarían de residencia.
Y así se han ido sucediendo trabajos muy relevantes para la
Prehistoria y la Evolución Humana, hasta que en el pasado mes de octubre se
publica un trabajo que marcará otro hito en la trayectoria de esta nueva
disciplina y con el que se abren nuevas preguntas. Científicos de la
Universidad de Texas (EEUU) estudiaron los porcentajes de ADN de especies
extintas que los melanesios modernos todavía poseen. Además de poblaciones
nativas de las tierras altas de Papúa Nueva Guinea, también examinaron el ADN
de 83 aborígenes australianos. Sorprendentemente, encontraron no solamente ADN
de neandertales y denisovanos en estas poblaciones vivas, sino que un
porcentaje de su material genético era desconocido. Una hipótesis que se deriva
de este hallazgo es que “un tercer grupo de homínidos pudo haber coexistido con
los antepasados de los melanesios” (Hesman Say, 2016). No obstante, algunos investigadores
recuerdan que a día de hoy aún se sabe
muy poco sobre la composición genética de grupos extintos, por lo que todavía
es pronto para determinar si el ADN del homínido desaparecido realmente
proviene de una nueva especie no descubierta.
De lo que no cabe duda, es que se ha abierto un gran interrogante que generará nuevos estudios en este campo. La Evolución Humana en Asia es todavía muy desconocida y este tipo
de estudios mejorarán la comprensión sobre la distribución geográfica de los
procesos de flujo genético que tuvieron lugar entre las diferentes especies de
homínidos, haciendo cada vez más interesante el puzle de la Evolución.
REFERENCIAS:
R. Bohlender et al. A complex history of archaic admixture in modern humans. American Society of Human Genetics, Vancouver, October 20, 2016.
A.-S. Malaspinas et al. A genomic history of Aboriginal Australia. Nature. Vol. 538, October 13, 2016, p. 207. doi:10.1038/nature18299
Hesman Say, 2016. DNA data offer evidence of unknown extinct human relative.
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